Como Igono se rehusa a hablar, los hombres del Said traen a otro Turanio, y tratan de someterlo con la amenaza de que si no habla, el anciano morirá ejecutado. El joven tampoco accede a pronunciar palabra y escupe el rostro del Gato Negro; esto desata la furia del hijo del Gran Crat, y con su sable decapita al indefenso Igono. Lleno de horror ante la salvaje ejecución, el Turanio no puede callar más y suplica que se le perdone la vida. El Gato Negro pregunta una vez más el paradero de Orión, y entre lágrimas de miedo, el hombre contesta que se rumora que el extranjero acaba de arribar al campamento de los Cubs.
Encabezados por su Said Zachar, los mercenarios parten con rumbo al bosque Cub de inmediato. El Gato Negro tiene la absoluta certeza que podrá asesinar a Orión, arrebatarle el imperio a Crato, y finalmente cumplir la última voluntad de su madre Zulema. Ya cerca a su destino final, Zachar divide sus tropas en dos grupos para una emboscada. La victoria está tan cerca, que el perverso hombre ya puede saborearla.
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