La noche comienza a caer en la aldea, y Ramín sigue al lado de su agonizante abuelo, incapaz de ayudarlo, y angustiado porque todo parece indicar que estos serán sus últimos momentos. El sabio Serapis pide entre murmuros a Orión que encuentre la llave de la sabiduría; Crato se la arrebató hace años y la tiene en su poder. La misión de fundar el nuevo imperio atlante no puede fallar, y Orión tiene que llevar a cabo su sagrada misión. Con estas palabras, el anciano pierde el sentido nuevamente, como lo ha hecho tantas veces desde que cayó enfermo. Ramín ve a Orión revisando las ropas de su abuelo y le pregunta qué es lo que hace, hasta que el guerrero encuentra el chacra de Serapis. Orión no podía usar el suyo porque ya está descargado, pero el de el anciano parece tener energía aún; así que el atlante lo coloca en la frente de su maestro y amigo, y reza a su dios Atón-Ra para que le devuelva la salud.
Orión decide que debará volver a Cratala en busca de la llave, pero Ramín le recuerda que su honor está es juego si se va sin combatir a Adán en el duelo que Malaza convocó. El atlante explica a su pequeño amigo qu la misión es más importante que el duelo y tendrá que partir de inmediato. Una agitada discusión se desarrolla entre el guerrero y el niño, hasta que Ramín comienza a llorar; Orión le pide que comprenda que encontrar la llave es primordial.
Adán escucha el debate e interrumpe puñal en mano gritando que Orión no se marchará sin luchar con él; al mismo tiempo, y escondido en los arbustos para no ser descubierto, Malaza ataca al atlante con un dardo envenenado. Ramín solo puede mirar desconcertado mientras Orión cae de rodillas al suelo y el jefe Cub se prepara a matarlo con su daga.
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