Los prisioneros son llevados al centro de la aldea de las bestias donde se encuentra la gigante estatua de un Jabalí; es su dios Okima, el mismo dios de Adán. La Muerte le habla al ídolo de piedra y le pregunta qué desea hacer con los intrusos. De repente, la estatua comienza a hablar y decide que los Cubs sean sacrificados al amanecer. Adán interrumpe y grita que Okima es también su dios, y lo prueba sacando una pequeña figura del Jabalí que guarda en su cinto. La Muerte contesta que si es cierto que Okima lo protege, entonces Adán deberá saltar en el pozo de fuego para demostrar su fé en el dios Jabalí.
Entretanto, Wamuto dice en secreto a Ramín que aprovecharán el desconcierto para correr tan rápido como pueda y tratar de escapar. El ciboliano da la orden, y ambos se escabullen y comienzan a correr desesperadamente, mientras la Muerte envía a la bestias tras ellos.
Por desesperados momentos Ramín y Wamuto se adentran en el valle y la oscuridad los rodea de nuevo, mientras las bestias los siguen de cerca. Repentinamente, las bestias se detienen aterrorizadas y huyen; Wamuto se da cuenta que algo las asustó, y no tarda en descubrir quien lo hizo, porque Ramín es capturado por la siniestra figura.
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