Cesario, el soldado que originalmente había sido enviado por Crato a liberar a Uranto, y que envió a su amigo a las catacumbas en su lugar, se encuentra ahora vigilando uno de los aposentos reales; cuando de repente escucha una familiar voz pronunciar su nombre. La sangre de Cesario se congela, pues sabe que no es el Gran Crat quien lo llama, sino el hombre que lo mutiló cuando era apenas un niño: Uranto! El soldado se petrifica ante la presencia del general, quien lo deja fuera de combate con un solo golpe.
Uranto entra a la recámara, y encuentra a una hermosa rubia reposando en una cama; se trata de Ravana, quien fué llevada a sus habitaciones depués de la falsa transfusión realizada por el profesor Aikido. Como Uranto ha perdido sentido de cuanto tiempo ha pasado desde que fué encarcelado, él ignora que se encuentra frente a la hija de Crato, y cree que se trata de Mura.
Uranto comienza a hablarle a Ravana, quien se encuentra desconcertada ante lo que ve: un hombre idéntico a su padre pero envejecido, hablándole como si fuese su madre. La princesa le pregunta si ha enloquecido, pues ella no es Mura, es Ravana. Creyendo que Ravana es tan solo una niña, Uranto está convencido que Mura trata de traicionarlo y la empuja contra una pared haciéndole perder el sentido; luego agarra una espada y se prepara a ejecutar a la que cree es la mujer que significó tanto para él tiempo atrás y que ahora trata de traicionarlo!
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