El frío metal del sable atraviesa el vientre de Orión el Atlante, quien muere desangrándose en el suelo. El Gato Negro se enfurece, pues encuentra deshonorable el ejecutar a un enemigo desarmado. Los ojos de Eva se llenan de lágrimas y toma el cuerpo de Orión en sus brazos mientras llora inconsolablemente.
Zachar ordena a los mercenarios que cuelguen el cuerpo del extranjero en la plaza central de Barakoa, y una vez se encuentra a solas con Eva le dice que lo mire a los ojos, pero ella se niega.
La Turania freneticamente trata de soltarse de los brazos del Gato Negro, quien le ordena de nuevo que lo mire a los ojos. Eva por fin lo obedece y llena de repudio lo mira frente a frente por un instante; luego sin luchar se rinde a él.
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