Ravana sale corriendo por los pasillos del palacio negro, mientras que su padre la sigue de la misma forma que una bestia furiosa sigue a su presa para hacerle pagar por su imprudencia. La princesa llega a un callejón sin salida, pero en lugar de rendirse, comienza a trepar por una de las murallas. Un soldado que se encuentra en los alrededores la observa y le dice que se agarre bien; esto enfurece a Crato sin medida. El Gran Crat le quita la espada al soldado y la apunta hacia la rubia; el soldado le recuerda que se trata de su propia hija, pero al señor de las sombras parece no importarle.
Hace apenas unas cuantas horas Crato le salvó la vida a Ravana cuando Uranto accidentalmente la apuñaló; pero ese momento de debilidad ha quedado atrás, y ahora lleno de una rabia animal lanza la espada que se clava en el hombro izquierdo de su hija. Ravana demostrando su valor y fuerza, se arranca la espada del hombro y escapa. La princesa del palacio negro es ahora una fugitiva.
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