lunes, 1 de marzo de 2021

Siriaco - El Cobarde


Escalando con dificultad la montaña del loco, Siriaco, Asuramaya, y Kafunga avanzan en busca del tesoro. Mientras Asuramaya está muy atento a cualquier trampa que pueda haber en el camino, Siriaco no ha parado de quejarse por el agotamento. Por no fijarse en el sendero, el cobarde cae de repente en una profunda fosa y comienza a pedir auxilio. Mientras Kafunga lo ayuda a salir, Siriaco nota algo brillante en medio de la oscuridad y lo toma en sus manos. Una vez afuera, le muestra su hallazgo al brujo: ¡Es una hermosa corona de oro cubierta en piedras preciosas! El trío desciende en la caverna cuidadosamente, y es cuando ven algo que sus ojos no pueden creer... ¡Es el tesoro!

Joyas, alhajas, y toda clase de riquezas se encuentran a montón por toda la gruta. Asuramaya y Siriaco contemplan llenos de ambición el grandioso hallazgo, cuando varias serpientes venenosas comienzan a aparecer por todos lados. El cobarde, por supuesto está aterrorizado, pero el brujo solo ríe, pues se ha dado cuenta que se trata solamente de una ilusión para espantar a los intrusos. Poco a poco las áspides se hacen humo, y Asuramaya convence a Siriaco que se acerque y compruebe que no son reales.

Confiado de las palabras de su secuaz, Siriaco extiende la mano, y es cuando la única serpiente verdadera le clava sus filosos colmillos... la guardiana del tesoro. Engañado, el cobarde pregunta al brujo por qué lo ha traicionado, a lo cual este le contesta que él es el único dueño del tesoro, y que su ayuda ya no es necesaria. Siriaco cae al suelo, y poco a poco su organismo comienza a fallar, resultado del veneno de la culebra. Rodeado de incalculables riquezas, el cuidador de la casa de la muerte ha encontrado un final digno de su labor.

La serpiente venenosa que atacó a Siriaco

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