Transformado en creatura lupina, Asuramaya rastrea al viejo soldado y a su nieto mientras estos huyen hacia el desierto. Cuando por fin los alcanza, Asuramaya amenaza con devorar al niño si el viejo no lo lleva a la montaña sagrada, o montaña del loco. El anciano, usando las pocas habilidades que le quedan de sus días como soldado, saca un puñal y lo clava en el vientre del lupino; pero su valiente acto de nada le sirve, pues Asuramaya está poseido por fuerzas infernales que lo protegen, y de la misma forma que una bestia salvaje lo haría, el brujo se arroja hacia el anciano y comienza a devorarlo vivo.
El nieto del anciano grita desesperadamente mientras sus inocentes ojos presencian el sanguinario evento; al mismo tiempo, Siriaco y Kafunga arrivan para presenciar como Asuramaya revierte a su condición humana. El brujo obliga al pobre niño a que le revele la ubicación de la montaña. Llorando desconsolado sobre los restos de su abuelo, el pequeño le indica al trío en qué dirección ir, y los malhechores parten dejándolo atrás con su pérdida y su dolor.
Luego de andar por el desierto largo tiempo, los tres notan como una brisa ligera comienza a tornarse en vendaval y una luz incandescente comienza a brillar frente a ellos. Siriaco y Kafunga no entienden de qué se trata, pero Asuramaya lo sabe muy bien: es Tot-Ank-Atón otra vez!
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