Los planes de Dragomir avanzan rapidamente, y en tan solo una noche, gracias a lealtades compradas y vendidas, el palacio real de Ofir se encuentra bajo ataque, no solo por mercenarios, sino por soldados que habían jurado protegerlo. Sin el liderazgo del faraón Urmosis o el príncipe Osiris, el reino de Ofir sucumbe al golpe de estado organizado por el rey de los Asuras. El gran pontífice que fué dejado a cargo del trono por Urmosis es arrestado por los soldados y llevado frente a Dragomir, quien también ha ordenado que Asuramaya sea ubicado y traido ante él.
El primer acto de Dragomir como nuevo soberano será eliminar al sacerdote, pero este le implora que le perdone la vida, y a cambio le ofrece el tesoro secreto del templo de Ofir. El rey Asura se deja llevar por la ambición y acepta el trato, con la condición de que lo lleve inmediatamente a la ubicación del tesoro. Momentos después, los dos hombres marchan por una serie de catacumbas, y tal vez cegado por la oscuridad o la codicia, Dragomir se descuida por un instante que el gran pontífice aprovecha para emprender la huida y abandonarlo. Ahora, atrapado en un laberinto y devorado por las sombras, el rey Asura se pregunta si su triunfo sobre Urmosis no fué más que una victoria efímera.
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