En el campamento de los Cubs, Eva y el jefe Papo cuidan de Serapis, cuya salud se deteriora con cada momento que pasa. El viejo sabio pide a gritos hablar con Orión, mientras la desesperada Eva le explica que Wamuto fué en su busca. El corazón de la joven turania se parte al ver el sufrimiento en que el anciano se encuentra, y aunque no puede entender la razón por la que necesita a Orión, lo comprende porque ella también se muere por verlo. El último par de días han sido agotadores para Eva: no solo ha tenido que cuidar de Serapis, estar atenta a las intrigas del hechicero Malaza, y tratar de olvidar sus sentimientos por Orión, sino que también ha sido sujeto de los incesantes acosos del jefe Adán; él no es un hombre malo, pero su obsesión por ella es desesperante. Esta noche Eva camina en las afueras del campamento pensando en Orión, cuando Adán aparece nuevamente y comienza a molestarla. Ella trata por las buenas de alejarlo, pero él continúa con sus imprudencias; de repente, los pasos de unos caballos en el bosque se pueden oir acercándose, y los ojos de Eva se llenan de brillo y felicidad cuando descubre que Orión por fin ha venido a su encuentro!
Mientras tanto, el Gato Negro y sus hombres avanzan velozmente en la misma dirección, y pronto llegarán a los bosques de los Cubs y los Turanios. Aun no conoce a su enemigo, pero Zachar ya lo odia, y no puede esperar a tener su cabeza en una bandeja de oro para presentársela a Crato tal como se lo prometió a cambio del trono de Cratala.
Ravana, quien ignora que el Gato Negro es su medio hermano, ha seguido a la Cratotaura de regreso a las catacumbas después de su fallido intento de escape. La princesa trata de razonar con su madre, pero la bestia no puede calmar sus instintos y entre ahuyos le dice a su hija que se aleje, pues tiene mucha sed y pronto no perderá el control. Ravana se rehusa a abandonarla y trata de hacerla recobrar la razón; pero cuando parece que está a punto de lograrlo, los soldados aparecen repentinamente con armas y redes. La princesa ordena a la Cratotaura que huya mientras ella se enfrenta a los soldados.
Zachar desmonta su caballo y se abre camino hasta llegar al salón del trono donde un envejecido e intimidado Crato aguarda; nadie se atreve a cruzarse en su camino o a intentar detenerlo. Abriendo las puertas del salón a patadas, el misterioso enmascarado hace notar su presencia inmediatamente, y el soldado que estaba advirtiendo al Gran Crat del nuevo arrivo huye despavorido. Una vez se encuentran a solas, el Gato Negro confronta a su padre con la verdad, se quita su máscara y se prepara a asesinarlo con su sable para tomar posesión del imperio, pero Crato se ingenia rapidamente la forma de salvar su pellejo proponiéndole a Zachar que le entregará el trono voluntariamente si logra deshacerse del extranjero que ha invadido estas tierras. El Gato Negro jura traer la cabeza del extranjero en una bandeja de oro y entonces Crato deberá cumplir su promesa.
Crato logró sobrevivir la catástrofe cuando la Atlántida se hundió, y junto con otros secuaces suyos pudo abordar una barca que eventualmente los llevó a unas tierras lejanas. No siendo más que unos náufragos, Crato y sus hombres fueron recibidos por el dueño y señor de estas tierras: Erick el Chacal. El Chacal les dió un tratamiento digno de príncipes y les permitió quedarse en su reino; fue allí que Crato conoció a Zulema, la hija de Erick. Dos años pasaron y Crato y sus hombre comenzaron a hacer de las suyas: secretamente robando las riquezas de su anfitrión, sembrando el miendo entre los poblanos, y cobardemente abusando una noche de Zulema, antes de partir silenciosamente para nunca más volver. Erick persiguió a Crato inutilmente, mientras Zulema se refugió en las montañas para esconder su vergüenza, pues pronto daría a luz al hijo del amentiano.
